Esta anatomía de la casa mexicana es igual a una chilena, ecuatoriana, boliviana, centroamericana o hasta una china, turca o hindú. Esto, acá en el Perú, es lo que nuestros teóricos llaman ‘arquitectura chicha o huachafa’. Dos etiquetas con las que discrepo totalmente porque nacen de una clara jerarquía estética e invisibilización de una realidad más amplia. La vivienda autoconstruida, que representa el 60% de las viviendas construidas en nuestro país, es la respuesta que tiene el ciudadano frente a toda una estructura de carencias e informalidad. ‘Chicha’ y ‘huachafo’ buscan pasar por alto las causas y clasificar el producto visible del proceso de autoconstrucción popular en base a consideraciones de forma y el color, superficialidades que finalmente terminan estereotipándola y caricaturizándola mientras se mantiene el eterno relato que dicta que existe una clara diferencia —como decía Bourdieu sobre la alta y baja cultura— entre una buena y mala arquitectura. Así, la vivienda popular es constantemente comparada y analizada desde el simple punto de vista del lenguaje plástico o visual. En ese sentido, la crítica arquitectónica debe trascender el criterio estilista y entrar en debates sociales de fondo, sino seguirá explicando —o encaletando— la realidad con etiquetas del siglo pasado.

Autor | David Gutierrez | Arquitecto
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